jueves, julio 21, 2011

Marian

Marian es la hija de mi hermana, entonces mi sobrina. Es una nena muy deseada, no solo por sus padres, sino por toda una familia, a la que solo habían llegado varones.
Marian tiene poco más de un mes. Sus pies son del tamaño de la palma de mi mano. Su carita se va poniendo redonda con paso de los días.
Su cabello oscuro va pintando conforme avanzan las semanas mientras la vemos crecer, estirarse, sonreír.
Ella aún no sabe, que cada vez que paso por ella, me late el corazón de felicidad. Olerla, abrazarla, besarla es delicioso.
Le cuento el mismo cuento que mi padre me solía decir: "Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez?" y entonces, no se cómo, le sale un gesto que parece una sonrisa. Le gusta que le hable, que le ponga música, que le cante.
Al oído le digo que la quiero. Sus redondos ojitos me observan mientras le doy biberón, y es en ese momento, cuando pienso en todo lo que como mujer le deparará el destino.
Pronto le gustarán las princesas y hasta ya muy grande, tal vez casada, crea en el cuento del prínicpe azul, el que la rescatará del castillo y que bailará con ella un vals, el que la acompañará por la silenciosa vida.
Marian mi amor, no beses sapos, nunca se convierten en príncipes. Ama, pero sobre todo Marian, comparte tu vida con un hombre con el que te ame más de lo que tu lo ames a él.
Marian, que tu vida sea como un cuento de hadas mi niña, que sea un cuento rosa, donde tu corazón solo conozca el amor.
Lee Marian, lee mucho, poruqe leer te abre mundos, escribe Marian, porque escribir alvia el alma. Vive Marian, amada y feliz, mi niña, es lo mejor que tu tía te puede desear.
Te quiero, eres la princesa de mi cuento.
(Y te escribo mientras te observo, aquí en mi mesa, a la luz de una tenue lámpara).

sábado, julio 16, 2011

Mi padre y su nogal

Sabes papi, el nogal, tu nogal, ¿te acuerdas?, está cargado de nueces por primera vez. ¿Te acuerdas cuando era apenas una ramita insignificante, o cuando empezaba a crecer? El nogal lo ha visto todo.
Es la única planta que sobrevivió a tu muerte. Cuando te fuiste se secaron tus estopajos y los magueyes. Los columpios, esos que me trajo santa la última navidad con mami, se acabron, quedan solo unos fierros papi.
El nogal lo ha visto todo papi: ha visto crecer a mis hijos, mis hijos lo han visto crecer. Mañana celebramos los ochenta años de la abuela Elisa, en tu jardín, el nogal será testigo.
También celebramos ahí las fiestas de nuestros hijos, y las previas a sus nacimientos papi. Hemos asado carne en tu ausencia, y siempre terminamos en tu recuerdo. Ahí tus hijos varones ríen con sus amigos. Te digo, el nogal lo ha visto todo. Las noviecillas de tus hijos, los esposos de tus hijas.
Cada vez que veo tu hermoso jardín me acuerdo tanto de ti. Incluso de tus últimos días sentado en el sillón de la sala, en esa esquina, desde la que solo podías ver tu jardín. Ayer me acosté en ese mismo sillón, vi la misma escena en la que se posaban tus ojos. Trataba de imaginar lo que habrías pensado aquella tarde en la que me sumí contigo en esa sala, mientras llorabas. Dijiste que no pasaba nada, que te sentías bien. Solo la vida papi, la vida que se te iba, el tiempo que se robaba tu fortaleza.
Papi papi, abrázame desde el infinito cielo. Abrázame que se me hace tarde, abrázame porque a veces la vida pesa. Abrázame porque cada mañana, cuando el olor de café se cuela a mi cuarto me acuerdo de ti, porque cada vez que me siento en ese sillón pienso en ti, porque cada vez que sueño con tu voz siento que llegarás a tocar a mi puerta. Papi papi, abrázame, dime de nuevo que tu casa es mi casa, que soy el amor de tu vida. Bailemos juntos Vaselina en tu cama. Tómame de las manos y gírame hacia ti, necesito ver tus ojos de nuevo.