domingo, enero 30, 2011

Diez años

Querido Patricio,
Hace diez años tu padre y yo te recibimos con sorpresa. Tu pequeño cuerpo cabía entre mis brazos, o te acurrucabas boca a abajo en el pecho de tu padre. Todavía recuerdo cuando llegamos al departamento contigo, y nos quedamos solos. Apenas volteamos a vernos con miedo y alegría. Tu llegada a nuestras vidas, la habíamos planeado, desde que éramos novios, bajo un árbol grande. Ahí soñamos con una vida juntos, con los hijos que llegarían y con envejecer juntos.

Pasaron los días. Aprendí contigo a ser madre y contigo, tu padre, recuperó su vida. Caminaste a los diez meses, hablaste perfecto al año. ¿Te acuerdas cuando cantábamos en el carro las canciones de Pescetti? o cuando paseabas en bicicleta en el Parque Santa Rosa?, te acuerdas cuando te llevábamos a los parques de la colonia Roma?, te acuerdas Patricio, cuando me pedías que te arrullara? cuando despertabas sobresaltado por las noches y despertabas en nuestra cama?

Hijo, estás creciendo, y con el tiempo nuestra relación irá cambiando. Por ahora me toca guiarte, después llegará el día, en el que seamos amigos. No desesperes. El tiempo pasa rápido. Hace unos años abrí este blog, para ir recorriendo nuestras vidas, para que quedara de tu vida y la mía algo escrito. Para que sepas cuántas cosas pasaron entre tu vida y la mía.

Esta vez solo quiero decirte, que tu vida es motivo de la mía y de la de tu padre. Quiero que sepas que estoy muy orgullosa de todos tus logros como niño, como deportista, como scout, pero sobre todo como estudiante. Cada mes que pasa y que me demuestras tu esfuerzo con los diplomas, no puedo más que sentirme orgullosa.

Patricio, que nunca haya espacio en tu corazón para dudar de tu capacidad, y ten la certeza de que siempre, desde cualquier lugar, estaré apoyándote y amándote.

Te amo (calabaza),
Tu mami.

lunes, enero 10, 2011

Sze Tsung Leong: viajar por sus horizontes

Fui al Museo Marco -que sigue siendo mi casa- para visitar sus exposiciones. Disponía de muy poco tiempo, y había empezado por una de arquitectura (no menos interesante).
En poco menos de diez minutos recorrí las salas que albergan la exposición. La museografía, sugiere el horizonte del ojo humano. Su división temática, abarca eso: una playa, un terreno, una ciudad.
Las texturas y colores de las fotografías nos recuerdan que los horizontes pueden ser verdes, azules, grises o cafés. Con gente, sin ella, con mascotas o sin ellas, con edificios o arena de mar, con agua de playa o bien de un lago, con edificios o en medio de la nada.
Así son los horizontes a los que Leong nos invita a asomarnos. Inicia en California y termina en Teotihuacan. En medio podemos encontrar cualquier lugar minúsculo, que al formar un horizonte, se empodera ante nuestros ojos.
Si lo recorres con rapidez -como hice yo- con la guía de sala en mano (para detenerte solo donde la curiosidad te atrapa) tendrás las sensación de un maravilloso viaje por carretera, donde solo te detiene la contemplación.
Te esperan 160 horizontes, casi todos desconocidos o incluso, como me percaté de que tenía frente a mi el Rancho Cucamonga (ubicado en california), me percaté de que no lo conocía como me sugería Leong.
Adelante, va un viaje, donde solo pagas la entrada a un museo y sales con la sensación de haber realizado unas vacaciones, sin la pérdida de tiempo de hacer y cargar maletas.

domingo, enero 02, 2011

Cumplir años

Cumplir años es un ejercicio para mí, pegado al fin de año. Llega junto con la anécdota familiar -porque si mi madre viviera lo contaría anualmente- que no pudieron ir a la boda de mi tío Lorenzo y mi tía Martha porque se me ocurrió nacer. Ante tal, seguramente yo pediría un reconocimiento por haberles dado espacio para una tranquila cena de fin de año y aunque seguramente pescamos crudo al médico que atendió el parto. No importa, llegué bien, a tiempo, pequeña y chillona, y capricornio. A callar.
El caso es que ahora, pasados unos cuantos añitos, me doy cuenta que mi padre tenía razón, "los regalos cambian con el tiempo" y así ha sido. Este año, recibí del mayor de mis hijos una linda presentación en la que me confiesa que el cielo sería poco para describirme y eso me hizo levitar.
Por otra parte, solo me queda reconciliarme con la vanidad. Siempre me reí del bótox y de todas esas estupideces que de repente, como si nada, me empiezan a guiñar el ojo. Y qué tal si me relleno esa arruguita de la frente para no usar fleco, y qué tal si bajo veinte kilos este año para terminar en una talla de adolescente, y en eso, empiezas a pensar que no está de más entonces (aprovechando la vuelta) una lipectomía o un levantamiento escultural, de lo que la maternidad te ha robado.
Estaba frente al espejo esta mañana sacando cuentas, y después pensé "bueno ridícula me veré en mi graduación de maestría luciendo como una guerca de 20 años cuando todo mundo sabe mi edad". Pero lo confieso, solo por hoy pienso eso.
En fin, la impetuosa arañada que le doy a la década de los cuarenta, me hace pensar en todas esas cosas tontas y locas que debo hacer antes de llegar a los 50, antes de convertirme en todo lo que no quiero: suegra, abuela y todos esos largos etcéteras que acompañan mi idea de mi futuro en otras décadas, para la cual, como siempre, exisitirá otra vía de escape.
Gracias a mi esposo, a mis hijos, a mis amigos y amigas que se hicieron presentes (casi en manifestación tumultuosa, debo confesar, que este cumpleaños, ha sido maravilloso y apenas se van mis hermanos y llega mi otra familia, la que yo he escogido.
A todos gracias.