jueves, octubre 17, 2013

Los días grises de octubre

Los días grises de octubre traen tristeza en el tono, en el viento fresco, desde la mañana oscura. Si el sol sale el ánimo muda, cambia, se transforma; en cambio, si el gris persiste, se siente el frío de la ausencia, del recuerdo, de tus canciones y del olvido.
Suena Piano Man en el auto y aún siento tu mano sobre la mía, como sosteniéndola de la tragedia que nos unirá para siempre, sin presencia, sin voz, sin ti, ahora, también sin ti. Otra tragedia. Otra ausencia.
Pasan los días, los meses, los años. Los días felices, los días tristes, los días. Las horas tuyas, las mías, las que pensé que compartiría contigo siempre, con tus nietos después.
Padre, cuéntame las horas, los días, las calles, los cuartos, los espacios por donde pasas. Dime al oído que aparecerás en cualquier momento para sostener mi aliento, mi vida, mi paso. Yo sostendré tu aliento, el viento y tu mirada.
Padre, ya me salen arrugas en la cara, ya descubrí la infelicidad, la desesperanza, el dolor, el límite del cuerpo. Sostenme.
¿Cuándo vienes?

sábado, junio 15, 2013

Daniel, el padre.

No busques más a tu padre, porque solo te encontrarás tú.    

No importa ahora si la vida está conformada de ausencias, importa, que al final de tus días, la limpieza de tu nombre y la bondad de tu corazón perduren en la conciencia de quienes orgullosos portan tu apellido. Pasarán generaciones hasta llegar a los ochenta que te prometí, aquella noche en la rueda de la fortuna. 

Patricio Alberto
Esa tarde teníamos plan para ir al mítin de Cuauhtémoc Cárdenas. Por la mañana le habría llamado a mi padre para pedirle que me recomendara un gastroenterólogo que pudiera ayudarme con esa lenta digestión y ese malestar matutino reciente.
Mi padre me habría dicho, cierto cual ginecobstetra, que estaba embarazada. Acudí esa tarde a hacerme un análisis, llegué con el resultado a su consultorio y después llegaste tú.
Antes de que yo pudiera pronunciar palabra él te habría felicitado y tu en ese momento, estabas recibiendo la noticia. No olvido los malestares, los vómitos, las entradas y salidas del hospital, y tu cara de gozo al cargar a tu primogénito. El primero de ochenta que te habría prometido cuando éramos novios. Y no fuimos al mítin de Cárdenas. Esa tarde habría cambiado para siempre nuestras vidas, nacería en la fecha elegida, un frío lunes de enero.

Mauricio Alberto
Un catorce de febrero escrito en una tarjeta de ocasión la noticia de que serías padre de nuevo. Pasarían meses y una cirugía inesperada, para que una noche no planeada, las aguas de la placenta reventaran a destiempo anunciado la llegada de tu último hijo. Lo recibimos pequeño, y grande fue su lucha para sobrevivir, tu esfuerzo por darle todo lo que necesitó y soportar a la madre histérica en la que entonces me convertí. Hoy su vocecita te acompaña desde temprana hora, cuando madrugas, cuando llegas, cuando ves tele, cuando duermes. Tu niño que te espera siempre con los brazos abiertos, que te acompaña, que te quiere siempre, cerca. El segundo de los 78 que siempre quedaré a deberte.

Gracias por estar aquí para abrazarlos y besarlos en un día como hoy. 


viernes, marzo 29, 2013

A mi padre, por sus recuerdos en los días de guardar

Todos los días recuerdo a mi padre, y de muy distintos modos. Hay días en los que recuerdo cuando me cepillaba el cabello, cuando me ponía broches en el cabello, y al final, acariciaba mi cara, como si fuera yo su muñeca. Recuerdo sus ojos cafés, de un tono claro, esa mirada en la que cuando me encontraba me sentía a salvo.
Mi padre solía tomar vacaciones por estas fechas, y entonces aprovechábamos para pedirle que nos hiciera de cenar, cualquier cosa que pasara por sus manos era un manjar. Tenía el don de mezclar todo y de que tuviera siempre un sabor distinto. Cuando le preguntábamos el ingrediente, nos decía que era su amor lo que hacía que le ponía.
De estar con nosotros esta semana santa, hubiéramos comido nopales con camarón, huevo, chile colorado y papas, entre muchas otras cosas y el postre sería, invariablemente capirotada. Voltearía a verme a los ojos, cuando todos estuvieran orando con los ojos cerrados y yo estuviera, viendo a otro lado, esquivando la espiritualidad, como siempre.
No importa que pise los cuarenta, siempre me harás falta, siempre te buscaré por cualquier calle, siempre latirá mi corazón al llegar a tu casa, por si llegara a encontrarte en tu sillón viendo al patio. Ansío escuchar tu voz aún en mis sueños, y decirme que no importa si me va bien o mal en la vida, que siempre estarás ahí para sostener mi mano. Que tu casa es mi casa. Con la edad mis ojos se tornan como los tuyos, cafés, tristones, prestos a la ausencia, a dejar caer una lágrima, a ver la vida pasar. Y seguramente, también nos quejaríamos de la ausencia de Germán Dehesa, recordaríamos su columna del jueves santo, y esperaríamos el siguiente libro de Krauze, compraríamos Proceso, y de pasada, si el tiempo nos alcanzara, nos daríamos un beso, y te quedarías a media calle, viendo como un carro me alejaba de tus brazos.