Ansiosos de separarnos de la ciudad, partimos a Bustamante. Dos horas nos tomó llegar y descubrir lo maravilloso que es tenderse al sol, caminar por la orilla del ojo de agua y meterse en ropa a esa agua cálida.
A dos horas encontramos una habitación confortable, rica comida, semitas en abundancia y la tranquilidad de ese pueblo donde solo hay tres atractivos: el ojo de agua, las semitas y las grutas.
La mañana del último día del año y tras dos horas de camino empedrado y lucha constante llegamos a ese espectáculo de la naturaleza donde descubrimos formas de animales y de cosas de las que tanto nos reímos al salir.
De regreso todo fue más fácil, bajamos, comimos y prometimos regresar.
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