Cuando era pequeña, mi abuelita me llevaba a la plaza de una escuela frente a su casa. En el camino veíamos flores silvestres y les poníamos nombre. Aún hoy no sé cómo se llaman, pero para mí, esa pequeña flor de color lila que cerece entre dos hojitas verdes se sigue llamando "la niña del barco".
Cuando mi madre murió, el jardinero que cuidaba sus flores plantó para mí un rosal blanco para que recordara a mi madre, y por muchos años, hasta que dejamos de vivir en esa casa, le puse agua a diario y me dio hermosas rosas blancas.
Si Patricio ve flroecillas que se cruzan por su camino, las corta y me las regala junto con un delicioso beso.
Mi esposo me manda hermosos ramos de flores en ocasiones especiales, siempre con la frae que nos hace cómplices desde hace diez años.
Anoche llegó con una preciosa rosa roja de olor delicioso y con ese pequeño detalle ha hecho un maravilloso fin de semana.
Qué maravilla que las flores existan.
4 comentarios:
"En la nostalgia de su mamá
el niño siembra una rosa lila
y en el recuerdo de su papá
camote malanga mango manila
jicama caña y maracuyá"
dice un son jarocho... gustame mucho.
se me antojó todo !!!
La verdad que sí, una flor es capaz de alegrar todo un fin de semana. Aquí hay flores muy seguido, porque las novias de mis hijos les regalan tamaños ramotes con cualquier pretexto. A mí nunca se me ocurrió algo así. La primera vez que vi un ramo de flores en el tapete de entrada me emocioné: error. Ahora ya sé que ese tipo de regalos siempre va dirigido a los machos de la casa jaja. Saludos.
Bueno, vas a ver cómo te pones cuando te toque recibir los de marijose, ouch, ya me adelanté...
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