En septiembre se cumplieron cuatro años de la muerte de mi padre. Puedo confesar que esta es la primera vez que no le pedí misa y que esperé al fin de semana para llevarle flores. Creí que me dolería menos con el tiempo pero ahora comprendo que el dolor es diferente. Me mantiene callada y aislada de lo cotidiano. Me hace preguntarme cómo sería mi vida si él estuviera. Cómo disfrutaría mi hijo de su presencia. Y creo que eso es lo que más me duele.
El fin de semana fui con mi pequeña familia a limpiar su tumba, a llevarle por primera vez flores de colores y no lloré hasta hoy, en que estas nubes grises me recuerdan los días posteriores a su muerte.
Hoy en la mañana caí en la cuenta de que nunca dejará de dolerme su ausencia, de que siempre tendré las mismas preguntas, viviré cuestionándome qué hubiera pasado si le hubiera regalado alguna vez un tratamiento para ayudarlo a dejar de fumar, pero espero aprender a convivir con el dolor de las ausencias, a que me afecte un poco menos, y claro, a seguir disfrutando a los que están vivos a mi lado.
5 comentarios:
creo que en estas situaciones los porqués o los hubiera salen sobrando. Para bien o mal. Como las hojas que en estos días están cayendo por montones hay cargas que deben hacerse a un lado. Nunca olvidar, jamás, pero tampoco llevar peso extra. Va un abrazo solidario y harto cariñoso
Hola Claudia.
Recuerdo esos días. La gente siempre llega para quedarse y estoy seguro que tu papá sigue contigo. Qué te puedo decir.
Te mando un abrazo comadre, yo tengo muy clara su memoria también y de ese día de duelo en tu vida. Te acompaño como siempre y te tomo de la mano.
gracias chicas, su amistad y saber que siempre puedo contar con ustedes me reconforta.
Besos, C.
Gracias a todos por sus comentarios, por visitar este blog, pero sobre todo, por formar parte de mi vida.
Los quiero mucho,
Claudia
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