Treinta de abril en cualquier año. En la escuela nos comía el sol mientras veíamos un espectáculo conmemorativo: Juan Pestañas y sus amigos. Subíamos al salón y comíamos lonches de nosequé, una soda y un gansito.
De ahí al transporte, cuarenta grados: mareados, oliendo güercos sudados, todos apretujados. Precisas sardinas enlatadas. Nos bajaban en casa, comíamos y despúes, Tencha, la señora del transporte volvía por nosotros.
Cuatro de la tarde recién bañados vestidos de fiesta para recibir la sorpresa que la generosa Tencha hacía para los que alquilaban su serivicio.
Teatro guiñol, piñata, música y dulces, bromas pesadas y los pleitos de siempre: córtala. De vuelta al transporte, el esposo de Tencha maneja ahora y como siempre, se pregunta qué será mejor para hoy: matar un perro o chocar despacio.
Ya en la noche llegaba mi padre. Recuerdo ese 30 de abril que nos regaló el intelevision, el ultratatarabuelo del x box. Maravillosos días. Sin nada de qué preocuparnos.
Patricia y Mariana, este recuerdo es para ustedes, para que no olviden un 30 de abril.
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