A mi madre le decían Monis porque desde las seis de la mañana lucía maquillada y de traje sastre. No la recuerdo en fachas y la única vez que la vi en bata de dormir parecía una muñeca.
Monis tuvo tres hijas y un esposo que era su devoción. Era una mujer muy sociable y cuando la recuerdan quienes la conocieron aún dejan escapar un suspiro para decir: tu madre era una dama.
Monis dejó de ejercer como Cirujano Dentista para dedicarse a su familia. Aún la recuerdo asistiendo a cursos de actualización y estudiando postgrado.
La primera de su clase, la pricesa de la preparatoria, la mejor amiga de muchas de sus amigas, la novia imaginaria de muchos y el amor de mi padre. A veces pienso que él tenía prisa por alcanzarla.
Mi madre murió cuando yo tenía seis años y mis hermanas 2 años y 11 meses respectivamente. En medio de un accidente automovilístico -absurdo para todos: una vaca encima del coche- murió de tres paros cardíacos.
El último día de su vida lo dedicó a surtir el guardarropa de sus hijas y a escoger el vestido para cuando Mariana cumpliera un año, entonces faltaba un mes.
Después de la visita a Salinas y Rocha fuimos a casa de sus padres. Era la última cena en familia. Nadie lo imaginaba.
La última vez que vi a mi madre fue en la ambulancia que nos transportaba al Hospital de Zona; mi madre me pedía que rezara para que Dios nos concediera vivir a todos. Yo pedí, él no escuchó.
Hoy es un buen día para recordar el primer diez de mayo sin su presencia.
Con seis años en mis manos encontré el escalón perfecto para esperar su llegada. Vestía de hormiga para el festival y estaba segura de que ella llegaría, jamás faltaba a nada. Jamás he llorado como entonces. Abrazaba con fervor esa maceta que con mis manos había pintado para ella, la flor ya estaba abierta. Me fui a mi casa con la maceta entre mis manos.
Hoy Patricio me regaló una maceta con una flor y lloró para conseguirla. Él no sabe lo que para mí significa su regalo. Tal vez Dios existe.
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