En medio de este calor ansío la lluvia. La lluvia divertida que solo sucede en la infancia.
Recuerdo la lluvia cuando vivíamos con mis abuelos maternos. En esa gran casa de la esquina, desde donde arrojábamos barquitos de papel y los seguíamos hasta que desaparecían en la corriente que bajaba por la calle.
Recuerdo la lluvia de la primera casa de mis padres, entonces salíamos a mojarnos en ese gran patio hasta empaparnos. Jugábamos a buscar el arcoiris y nos preguntábamos si era verdad que habría oro al final del arcoiris.
La semana pasada llovío un poco. Raudo y veloz, Patricio sacó a estrenar su paragüas de ranita. El no se moja, pero sonríe, le gusta la lluvia y me devuelve la infancia.
3 comentarios:
ahora la ciudad se inunda cada vez que llueve por todos los barquitos de papel de la infancia que quedaron atorados en las coladeras por años. :)
es broma, me encanta leer tublog aunque casi no comento nada
Yo amaba las charcas que dejaban las lluvias. Allí sumergí todas las piedras que encontré a mi paso y todas las ganas de seguir siendo niño por siempre.
D
A mi me encantaba de niño, que la lluvia nos tomara por sorpresa a mitad de un partido de futbol. La calle se inundaba y dabamos patadas a la pelota que iba y venía sobre las diminutas olas. Cada pisada era un chapoteo. Cada gol lo cantábamos mucho. A veces pasaban camiones y aquello era un maremoto de agua sucia y risas.
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