martes, diciembre 18, 2012

Brama, de David Miklos, lo mejor que he leído este año

Brama, Miklos, David (2012). Tusquets: La sonrisa vertical, 161 páginas. Brama nos invita a una lectura sencilla, tiene un ritmo sabroso, vertiginoso pero a la vez acompasado que pareciera dejarnos como en un ansiado acto sexual: a medias, siempre con ganas de llegar al clímax. La fortaleza de la novela son los distintos narradores que nos irán contando su historia. Los narradores son fácilmente identificables, cada escena lleva el nombre de quien cuenta. El orden en su estructura y en el estilo narrativo, es algo que el lector disfrutará sobremanera. Pareciera que todos los narradores están sentados en una mesa contando cada uno su versión de la historia. Béla, András y Milena construyen una trama, donde el erotismo es el pretexto ideal para contarnos la relación entre dos hermanos, en constante disputa: por una mujer, por una casa, por sus padres o sus cenizas. La casa, es además, un narrador que en un tono de evocación cuenta de sí misma y de sus habitantes, y determinante hacia el final de la novela. El erotismo deja de ser un pretexto en cuanto el lector se da cuenta de que en distintos momentos se cuenta en todas sus expresiones: desde inocentes juegos infantiles, el despertar sexual infantil, desde la juventud, y desde el amor de esposos, desde el juego cómplice de hermanos que se provocan para compartir a una mujer, o a dos. Brama toma su nombre, de la expresión que hacen los dos personajes en distintos momentos, desde el acto sexual, el enojo, o desde una simple expresión primitiva. En todos los sentidos que nos regala la narración, bramar, es disfrutable. Justo cuando el lector siente que la trama va finalizando, Miklos construye de nuevo esa sensación de interrumpirnos, para avisarnos que la trama apenas inicia. Nos conduce casi a galope, a un final sorprendente y maravilloso, que nos permite acabar de construir la historia desde la voz de los muertos. Es Brama, una lectura ampliamente disfrutable y corta, que nos deja con la sensación de haber leído mucho más de lo que pareciera que pueden contener ciento sesenta y un páginas y sus siete personajes.

lunes, diciembre 17, 2012

Navidad 2012

Mi padre fue diagnosticado con una enfermedad terminal un mes de abril, y su primera pregunta fue, si llegaría a la Diciembre. Una Navidad antes, en silencio nos había preparado, frente a un sillón nos vio poner el pino y dijo que siempre que lo pusiéramos nos acordáramos de él. Así fue la siguiente Navidad, nos sentamos al rededor de su recuerdo. Este año,me diagnosticaron el mismo tipo de enfermedad que a mi padre, pero en un estado incipiente. Y me sucedió lo mismo. Quería no solo tiempo, sino llegar a Navidad y disfrutarla sana. Aquí estoy, después de una larga estancia de hospital y tremendo susto sana hasta hoy, poniendo el pino, adornando mi casa, comprando regalos,y esperando a que mis hijos hagan sus cartas. Ninguna Navidad vivida se compara a ésta, donde el principal regalo, es saberme viva, y sana, a lado de los que amo, llena de amigos. He disfrutado cada fiesta a la que he ido, he visto amigos a los que tenía muchísimo tiempo de no ver y he podido abrazarlos y decirles que los quiero. Me he tomado fotos con ellos y me siento inmensamente contenta de vivir. Escribo para que no pase al olvido la sensación extrema de vivir cada segundo, de reír o llorar como si fuera la última vez, de abrazar y decir que quiero a quien deseo, y sobre todo, de decirles a quienes pasan por un mal momento, que siempre hay una linda Navidad en el recuerdo, y que está casi enfrente para no dejarla pasar haciendo lo que nos gusta y estando con quienes amamos. Esta Navidad es especial porque desde aquí puedo abrazarlos a todos.

sábado, octubre 06, 2012

Mauricio y sus seis años

Mauricio carga seis años en su cuerpo, en donde sea que le quepan: en la bolsita que le compró su padre, en el termo que le regaló su madre, en su pañoleta de scout. Mi niño carga lo que sea, en su mochila igual encuentras piedaras que libros, libretas y siempre, invariablemente, un estuche con colores. Anoche me regaló un corazón de papel, que decía I love Mom, que descansa en mi buró. Mi niño recorre las calles del centro de la ciudad de la mano de su padre: recorren la macroplaza, compran un globo, y vuelven a casa, con el alma aliviada, de pasar un tiempo juntos. Cuando Mauricio se sienta a la mesa, puede comer más que un adulto.: desayuna, leva lonche, come bien, apenas come y busca la merienda, merienda después, merienda antes de cenar y después cena, con todos en la mesa. Mauricio siempre tiene prisa por vivir intensamente, cualquier momento que se le ponga en frente, disfruta los sábados de scout con los castores: escala, va por carrucha, jala una cuerda, se enloda, avienta globos de harina, y se moja con la manguera tan felizmente como si estuviera en una piscina. A Mauricio no le gustó el mar, porque sabe feo, porque huele feo. Pero seguro se acordará de que ahí pasamos tiempo juntos, o de que su padre jugó incesantemente a la pelota en la alberca con él. Mauricio se siente provocado ante todo, pero se que lleva un espíritu libre, que difícilmente alguien destruirá. Mi pequeño, pinta para ser invencible. Mauricio, mi pequeño niño, Patricio, su incansable compañero, gracias hijos míos, por darme la fuerza necesaria para levantarme de esa cama y vivir para acompañarlos.

miércoles, mayo 09, 2012

Para mi madre

Sigo parada con un regalo entre las manos cada diez de mayo, por si apareces. Treinta y un años te he esperado. No te llevaré flores a donde tu cuerpo yace, porque deseo que llegues para abrazarte, y decirte, con voz de niña que eres la más hermosa del mundo. Soy la misma niña de cabello negro, largo, que se quedó vesitida de hormiguita aquel primer diez de mayo, que marcó tu primera ausencia. Mamá, los años pasan, tengo el privilegio de ser madre de dos hermosos niños. Si pudieras tocar a tus nietos. Madre, me has hecho mucha falta, mucha, ha sido un largo camino de ausencia, de vacío, de preguntas, de vidas posibles. Lo único que me queda de ti, además de algunas fotos es esa cicatriz de vientre que compartimos madre, el ombligo que nos unió por tanto tiempo, y dos o tres recuerdos que de repente, parecen como llenos de humo. No así mi cariño, que permanece intacto, como si fuera ayer el día en que rezamos juntas, en que sin decir más nos despedimos, y sí madre, sí recé a tiempo como me pediste. Y siempre madre, siempre me harás falta.

miércoles, marzo 28, 2012

Mar II

Cada noche, casi como un ritual a media luz, busco las fotos del mar. Me recuerda el libro de El Don del mar que heredé de mi madre y que releí en muchas ocasiones. El mar me remite a lo que no conocí con mi madre, a donde fui una sola vez con mi padre. Estoy segura de que me recuerda mi origen, el cálido vientre de mi madre. La espera de mi padre. Después leo las redondas letras que mi madre escribía para contarle a la tía Andrea que ya era capaz de hablar todo en diminutivo, o bien que ya comía huevito. Veo el mar y me recuerda lo que amo y tengo lejos, me remite a la imposibilidad de todo lo que no se puede dar, y me remite a su sonido. La noche en que pisamos Tulum, nos cubría un negro cielo estrellado, imposible ver el mar, solo podía escucharlo. Así que volví al él por el oído, me tiré en un camastro y extendí mi mano para escribir mi nombre sobre la arena. Como si escribiera: aquí dejo un pedacito de mi alma, en esta arena blanca, limpia, llena de diminutas conchas, de pequeñísimos cangrejos. Entro al mar y me acuesto sobre su agua, me dejo llevar con su corriente, en esa agua azul celeste que me recuerda que esos momentos son únicos, asi que cierro los ojos y me dejo arrastar por la corriente, no importa a donde me lleve, siempre habrá una piedra pequeña, bajo la escalera café, donde habita un recuerdo que en silencio me pertenece.

viernes, enero 06, 2012

Lo que en el agua del mar se queda

Pasan los días y no puedo escribir. Algo se me ha ido últimamente y no se si las palabras lleguen a mí como llegaban antes, como una visitación. Lo cierto es que extraño hasta la sensación física de que aquello llegaba, y me revolcaba en un mar de lágrimas, y aquello duraba días, semanas, o meses. Ansío sentirme en el mar, flotar en sus aguas que adormecen la vista, que adormecen el cuerpo y los sentidos. Extraño el agua salada y el cielo nublado. La sensación de dividirme en dos mientras al nadar veía el sol. Extraño la arena entre los dedos, el azul del mar, el sonido del agua cuando rompen las olas. Los cangrejos dimiutos y casi transparentes que se pasean sobre esa superficie blanca y arenosa. Extraño el sol, los recuerdos que me llegaban mientras veía el arrecife desde el parador. Quiero ver a mis hijos coleccionar conchas a la orilla de la playa. Las bolsas de sus bañadores henchidas de formas que el mar regala como si fueran trozos de secretos. Daniel flotaba plácido y se dejaba llevar por las olas, sus recuerdos llegaban y lo abrazaban, volvían y se marchaban. Lo veía adormecerse en el suave ritmo del mar. Los secretos que él y el mar se guardan, los secretos que él y yo nos decíamos sin palabras en medio de las mansas aguas de ese mar, bajo un cielo azul y nublado.