martes, abril 26, 2022

La Juarización de la violencia



Todos recordamos aquellas historias de mujeres que trabajaban en las maquiladoras de ciudad Juárez en el estado de Chihuahua, que desaparecían y en algunos casos, los restos de las mujeres que aparecían en zonas alejadas de la zona urbana. La desaparición y los feminicidios se veían como casos aislados, parecía que nunca se extendería.

Sergio Rodríguez, quien fuera editor del suplemento del Ángel, del periódico Reforma, escribió en el 2002 un libro titulado “Huesos en el desierto”, en el que narró la situación de la violencia que en parecía tan atípica en el país, como si solo pudiera sucederle a ciudad Juárez. Sergio describió desde la trinchera periodística un horror que tenía patrones en comunes: violencia, abuso sexual y quizá, lo más desolador: los restos de las víctimas aparecían tirados, huesos descarnados, como desechos, tirados en medio del desierto. Entonces esa imagen parecía lejos de los demás estados.

Solo la imagen de una mujer tirada, como basura, en medio del desierto o en medio de un río, de una cisterna, debe dolernos, debe calarnos hondo, debe sacarnos a la calle, a enfrentar a las distintas esferas de poder, nuestros derechos están escritos. Me pregunto ¿cuántas marchas y cuántas vidas de mujeres son necesarias para que nos tomen en cuenta?

A raíz de la desaparición y de los feminicidios de María Fernanda Contreras y de Debanhi Susana Escobar Bazaldúa, el movimiento feminista ha logrado posicionar el tema en la agenda de los medios de comunicación, ha logrado visibilizar la importancia de ejercer el derecho que tenemos a una vida libre de violencia.

La foto de Debanhi, sola, en un camellón, en medio de una carretera, se volvió en el estandarte para que miles de mujeres en el país se organizaran para salir a pedir un derecho básico como es poder regresar seguras a casa.

A todos nos contagió la angustia de sus padres y se convirtió en la hija, la hermana, la amiga de todas. Ahora su foto es un símbolo de lucha a la que se ha lanzado un único frente, las mujeres.

La resolución del caso de Debanhi hizo que salieran a la luz miles de historias de hijas, hermanas y madres desaparecidas. En todos los casos falta no solo difusión sino solución ¿dónde están? ¿Por qué las fiscalías no resuelven los casos? ¿Por qué siguen culpando a las mujeres de sus desapariciones y de sus muertes?

El caso de Debanhi no solo nos consternó, sino que también nos recordó, el valor del acompañamiento, de salir a tomar las calles, de enfrentar a un gobierno, a una fiscalía y a servidores públicos a los que les urge tomar cursos de perspectiva de género. A todos los niveles de gobierno les urge incluir el tema en sus agendas, la violencia es un tema prioritario.

Al Instituto de la Mujer del estado de Nuevo León, un organismo descentralizado, le urge retomar las funciones preventivas: documentar casos, acompañar a mujeres en situación de violencia, impartir los cursos de perspectiva de género a funcionarios públicos y a cualquier institución que lo solicite. Debe asumir que es un organismo descentralizado, cuyas partidas deben estar encaminadas a la prevención de la violencia y de género y hacia la promoción de iniciativas como la paridad, que por cierto, no aparece en la nueva propuesta del ejecutivo estatal.

Es momento de unirnos y exigir desde nuestros pequeños frentes, todas las acciones posibles para hacerle frente a la violencia, desde la educación con perspectiva de género y hacer que se respete en todos los niveles de convivencia. Urge que nos incluyan en sus agendas, somos un tema prioritario, urgen acciones y metas concretas para alcanzar nuestros derechos. Basta de invisibilizarnos, basta de esta violencia descarnada por haber nacido mujeres. Que no se les olvide que nos faltan muchas y las seguiremos esperando. 


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