viernes, marzo 29, 2013

A mi padre, por sus recuerdos en los días de guardar

Todos los días recuerdo a mi padre, y de muy distintos modos. Hay días en los que recuerdo cuando me cepillaba el cabello, cuando me ponía broches en el cabello, y al final, acariciaba mi cara, como si fuera yo su muñeca. Recuerdo sus ojos cafés, de un tono claro, esa mirada en la que cuando me encontraba me sentía a salvo.
Mi padre solía tomar vacaciones por estas fechas, y entonces aprovechábamos para pedirle que nos hiciera de cenar, cualquier cosa que pasara por sus manos era un manjar. Tenía el don de mezclar todo y de que tuviera siempre un sabor distinto. Cuando le preguntábamos el ingrediente, nos decía que era su amor lo que hacía que le ponía.
De estar con nosotros esta semana santa, hubiéramos comido nopales con camarón, huevo, chile colorado y papas, entre muchas otras cosas y el postre sería, invariablemente capirotada. Voltearía a verme a los ojos, cuando todos estuvieran orando con los ojos cerrados y yo estuviera, viendo a otro lado, esquivando la espiritualidad, como siempre.
No importa que pise los cuarenta, siempre me harás falta, siempre te buscaré por cualquier calle, siempre latirá mi corazón al llegar a tu casa, por si llegara a encontrarte en tu sillón viendo al patio. Ansío escuchar tu voz aún en mis sueños, y decirme que no importa si me va bien o mal en la vida, que siempre estarás ahí para sostener mi mano. Que tu casa es mi casa. Con la edad mis ojos se tornan como los tuyos, cafés, tristones, prestos a la ausencia, a dejar caer una lágrima, a ver la vida pasar. Y seguramente, también nos quejaríamos de la ausencia de Germán Dehesa, recordaríamos su columna del jueves santo, y esperaríamos el siguiente libro de Krauze, compraríamos Proceso, y de pasada, si el tiempo nos alcanzara, nos daríamos un beso, y te quedarías a media calle, viendo como un carro me alejaba de tus brazos.



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