jueves, junio 30, 2011

La lluvia y los recuerdos

Huele a tierra mojada. Después las gotas, después la lluvia, llega la tormenta.
Hace un año estábamos recorriendo Villahermosa, todavía tengo la sensación de ese calor húmedo en el alma.
Me quedé varada bajo la lluvia de Comalcalco, porque mi hijo quería ir al baño, porque lo cuidaba de la lluvia para que no enfermara. Veía a los demás alejarse, subir, gritar, mojarse. Yo ahí cubriendo al pequeño, buscando refugio bajo unas ramas, luego bajo unos periódicos, luego bajo un techo de hojas de palma. Comalcalco solo me dejó conocer su camino de entrada, lo demás lo conocí por fotos.
La lluvia, que llega, que deja recuerdos, que me estanca de agua el corazón y esta noche que llega. Llega y no se quiere marchar. Esta noche que parece larga, ausente y vacía. Triste y melancólica.
Hoy mientras comía recordé a mi abuela, a mi abuelo, casi ví de nuevo cómo se formaba ese río de agua por la calle de su casa, de bajada. Ahí, en esa calle Tepeyac yo dejaba mis barquitos de papel.
Apenas llovía salía a mojarme, en la edad en la que ya era una niña triste, en la edad en la que no me preocupaba nada, excepto mi realidad y la escuela. Pero siempre presta para evadir mi realidad. Se iba junto con los barquitos de papel, porque en esa cuadra pasó todo: ahí dejé mi infancia, ahí vi al primer niño que me gustó, ahí estrené aquella falda con blusa celeste que tanto me gustaba, ahí jugué futbeis, futbol, escondidadas, quemados, calabaceado, escondidas.
En esa calle nos subimos al carro por última vez como familia mi padre, mi madre y nosotras tres. Ahí, en el portón de esa cochera yo me sentaba a llorar a mi madre. Ahí cortaba aguacates y ahí crié a mi primera tortuga: pascualita, ahí la encontré muerta años después. En esa misma cuadra se perdió mi primer perro, el whisky, mi primer regalo de Santa Clos.
Ahí en esa cuadra, en la banqueta de esa cochera, mi abuelo escribió mi nombre y el de mis hermanas sobre el cemento fresco. En esa cuadra, vivían las abuelitas de mis amigas Elisita y Violeta. Ahí nos juntábamos todos, por las tardes, y por las noches de fines de semana después de cenar.
En esa cuadra le dieron un balazo a Chuyito, lo atropellaron dos veces, y en esa misma cuadra vivía Quique, su mejor amigo, quien murió en la adolescencia.
En esa cuadra no pasó nada a excepción de mi vida entera.
Esta noche, qué ganas tengo de asomarme por esa barda para ver quién juega y salir corriendo para desvelarnos jugando, bajo los rayos de la luna, buscando la bais para contar y para salir corriendo a gritar: una, dos y tres por mí.

1 comentario:

pato dijo...

No puedo escribir, lloro, lloro !!